El Jardín Secreto de Des Moines

Donde florecen los secretos de Des Moines

Detrás de la calma que envuelve Greenwood-Ashworth Park hay décadas de historia, anécdotas y pequeños detalles que lo han convertido en uno de los lugares más especiales —y menos conocidos— de Iowa.

De antiguo terreno agrícola a jardín de ensueño

En los años 20, la ciudad de Des Moines adquirió estas tierras como parte de un plan para expandir sus espacios verdes. Lo que hoy conocemos como Greenwood Park fue en su día un bosque salvaje que servía de paso para comerciantes y nativos americanos. Fue en 1930 cuando, con la ayuda de la Works Progress Administration (WPA), se creó el Rose Garden como parte de un programa nacional para embellecer las ciudades y generar empleo durante la Gran Depresión.

La idea era sencilla pero poética: crear un espacio donde cualquier ciudadano, rico o pobre, pudiera pasear entre flores hermosas, aunque el mundo a su alrededor estuviera en crisis.

Un jardín que florece sin pedir nada a cambio

Desde entonces, el jardín ha sido cuidado casi como un templo. Sin entradas, sin taquillas, sin grandes carteles turísticos. Solo flores, caminos de piedra, bancos de hierro forjado y pérgolas cubiertas de trepadoras. Lo más curioso es que no hay riego artificial: las rosas viven solo con el agua de lluvia. Eso lo convierte en uno de los pocos jardines públicos de rosas del país con esta filosofía.

Hoy alberga más de 1.500 rosales, de más de 100 variedades distintas, incluyendo rosas híbridas de té, floribundas, grandifloras y especies antiguas que difícilmente se ven ya en otros parques. Su perfume es una sinfonía flotando en el aire durante la primavera y el verano.

Un ecosistema vivo en pleno Des Moines

Pero Greenwood-Ashworth no es solo flores. El parque actúa como un refugio natural dentro de la ciudad. Robles centenarios, arces, cerezos silvestres y álamos dan sombra a senderos que cruzan suaves colinas. En la zona boscosa, es común ver ardillas, conejos, mapaches e incluso ciervos si visitas temprano por la mañana.

El estanque atrae a garzas azules, patos, gansos y tortugas que toman el sol en los márgenes. En primavera, los jardines vibran con el zumbido de abejas y mariposas monarca, que utilizan el parque como escala en su migración. Es un lugar perfecto para practicar birdwatching sin salir de la ciudad.

Secretos entre los senderos

Hay quien dice que si caminas por los senderos al atardecer, puedes escuchar música: no porque haya conciertos, sino porque los árboles, el agua, y el crujido de las hojas crean una especie de armonía natural. Los lugareños la llaman “la sinfonía del silencio”.

Cerca del estanque, hay una escultura escondida entre los arbustos, sin nombre ni autor visible. Según una leyenda urbana, fue colocada por un escultor anónimo en los años 70 que juró amor eterno a su pareja allí. Algunos creen que la figura cambia ligeramente con el tiempo, como si envejeciera con quienes la visitan.

Inspiración para artistas y bodas secretas

Muchos escritores, poetas y pintores locales han utilizado este parque como refugio creativo. Se dice que la novela “The Summer Letters” (1974) de la autora iowense Clara H. Darnell está inspirada por paseos reales en Greenwood Park, donde los protagonistas se enamoran entre las rosas. Hoy sigue siendo un lugar muy solicitado para bodas íntimas sin lujos, pero con magia real.